Cuando saltó la tostada ya estaba preparado el zumo, y pitaba la cafetera...Las 8:24. Antes de eso el reloj ya había cronometrado mi ducha, la cama bien hecha...y después me esperaba mi atuendo diario y el salir por la puerta a la misma hora.
Pero un día, cuando en la casa de enfrente desaparecieron unos setos que no dejaban ver el jardín, el puzzle de mi tiempo tuvo que encajar otra pieza más. Ya no podía tomar mi café si no era sentada al lado de la ventana, observando como Miss E. también salía siempre a la misma hora, ya fuera invierno o verano, a cuidar de sus maravillosas plantas. Flores por todas partes que la esperaban cada mañana, sedientas, o pidiendo curas. Seguro que Miss E. lo hacía por puro placer, lo que no sabía era que yo también me aprovechaba de esos mimos, desde mi escondite.
Al observarla, siempre pensaba que aquella mujer debía ser alguien muy sensible, y que un día se lo tenía que decir. Una mañana de sábado al salir de casa, encontré en mi pequeño porche un increíble regalo. Y una nota que ponía: espero que te gusten estas Siemprevivas o Flores de papel. Cuando levanté la vista, Miss E. estaba sonriendo tras su ventana, con una taza de café en la mano. Y, en su honor, quise convertirlas realmente en papel.
Acuarela sobre Garzapapel